El último álbum de Taylor Swift, The Life of a Showgirl, enfrenta un problema importante: una preocupante falta de conciencia de uno mismo. Esta crítica, si bien no es del todo nueva, parece particularmente evidente dada la personalidad y la evolución musical pasadas de Swift. Durante años, los críticos han señalado un patrón en el que Swift se presenta a sí misma como una víctima perpetua, atacada por amantes manipuladores, amigos desleales, rivales despiadados y figuras depredadoras de la industria. Además de esta victimización percibida, Swift ha sido acusada de tomar represalias públicas y, a veces, cruelmente contra quienes se cruzan con ella, a menudo a través de letras apenas veladas.
Si bien estas observaciones han sido debatidas, Swift ha demostrado previamente un equilibrio entre la narración vengativa y la vulnerabilidad genuina. Canciones como “Anti-Hero” y “The Manuscript” mostraron crecimiento e introspección, moderando el impulso de retribución. Sin embargo, Showgirl se aleja significativamente de esta trayectoria, revelando una inquietante voluntad de encarnar el mismo comportamiento que a menudo condena.
El álbum incluye canciones que rechazan la cultura tóxica de Internet (“Eldest Daughter”), pero también temas (“Actually Romantic” y “CANCELLED!”) que perpetúan activamente sus peores elementos: burla, humillación y comentarios sordos sobre momentos políticos sensibles. Esta inconsistencia deja a los críticos de Swift con nueva evidencia para respaldar sus evaluaciones de larga data y arroja una sombra sobre la imagen de la estrella del pop, especialmente en lo que respecta a su personalidad pública de bondad.
La contradicción: condenar Internet y participar de su toxicidad
El núcleo del problema radica en los mensajes inconsistentes del álbum. La nueva película de Swift, The Official Release Party of a Showgirl, incluye una escena en la que explica el concepto detrás de “Eldest Daughter”, una balada de piano sobre la tendencia de Internet a recompensar la insensibilidad y los golpes bajos.
Ella expresa el efecto corrosivo del panorama digital: “Todo el mundo es tan punk en Internet / Todo el mundo no se molesta hasta que ya no lo es / Todos los chistes son sólo trolling y memes / Por triste que parezca, la apatía está de moda”. El coro de la canción expresa una promesa a su prometido, Travis Kelce, de que nunca lo tratará con el mismo descuido. Si bien la letra “bad bitch” puede ser lamentable, el sentimiento general de la canción en el contexto de la crueldad de Internet que ella describe es una señal bienvenida.
Sin embargo, la buena voluntad fomentada por “Eldest Daughter” se ve rápidamente socavada por “Actually Romantic”, una canción llena de amargura y diseñada para avergonzar a su aparente objetivo, que se cree que es la cantante Charli XCX. Se rumorea que la canción de Charli XCX “Sympathy is a Knife” de su álbum de 2024 Brat, que también incluye una canción titulada “Everything is Romantic”, trata sobre las inseguridades de Swift.
Mientras que “Sympathy is a Knife” lidia con una “espiral” de emociones que rodean el tema de la canción y sorprendentemente contiene letras sobre autolesiones, “Actually Romantic” humilla sistemática y fríamente a su objetivo. Las palabras de Swift son mordaces y crueles y emplean un lenguaje que recuerda a las disputas en línea en lugar de una expresión reflexiva.
Una desconexión preocupante y posibles motivaciones
Quizás Swift intenta justificar este comportamiento con la frase “Barbie aburrida”, un supuesto comentario privado que Charli XCX hizo sobre ella. Sin embargo, esta explicación se queda corta. Si Swift realmente aspira al mundo que imagina en “La hija mayor”, uno marcado por la empatía y la compasión, responder con ataques rencorosos parece contraproducente. ¿Qué pasaría si, en lugar de represalias, explorara la vulnerabilidad u ofreciera una perspectiva más matizada?
La utilización del álbum como arma de la “cultura de la cancelación” agrava aún más estos problemas. “¡CANCELADO!” intenta presentar la responsabilidad pública como una forma de persecución personal. La inspiración sugerida por la canción (la demanda de Blake Lively contra el actor Justin Baldoni o el apoyo público de Brittany Mahomes a Donald Trump) pasa por alto un punto crucial: la rendición de cuentas, cuando está justificada, no es necesariamente algo malo. Pasa por alto el potencial de que estas acciones causen daño y socaven los derechos humanos fundamentales.
Conclusión
En última instancia, La vida de una corista presenta un mensaje contradictorio. Taylor Swift tiene razón al criticar la toxicidad de Internet, pero en este álbum esa condena parece selectiva: útil sólo cuando se alinea con sus propios intereses y vendettas. El álbum deja una pregunta persistente: ¿puede una figura que defiende públicamente la bondad encarnarla genuinamente cuando se enfrenta a lo que percibe como desaires?







































