El declive de la malaria: una batalla ganada, pero aún no terminada

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Durante milenios, la malaria fue una realidad brutal e ineludible para miles de millones de personas. Hoy eso está cambiando. Si bien la enfermedad todavía se cobra casi 600.000 vidas al año (principalmente niños pequeños en el África subsahariana), el progreso global desde 2000 demuestra que la erradicación ya no es un sueño lejano, sino un objetivo viable. Sin embargo, el reciente estancamiento en el control de la malaria pone de relieve un desafío crítico: los avances científicos por sí solos son insuficientes sin una financiación sostenida y un compromiso político.

La historia del progreso

Entre 2000 y 2023, los programas de prevención y tratamiento de la malaria evitaron aproximadamente 2.200 millones de casos y 12,7 millones de muertes. Países como China, Sri Lanka y Paraguay han sido oficialmente certificados como libres de malaria, y otros han informado de una reducción drástica de las infecciones. Un niño nacido en África hoy enfrenta un riesgo significativamente menor de morir de malaria que uno nacido hace apenas dos décadas. Este cambio es un resultado directo de esfuerzos internacionales enfocados: mosquiteros tratados con insecticidas, terapias combinadas basadas en artemisinina (ACT) y herramientas de diagnóstico mejoradas.

Contratiempos recientes

A pesar de estos éxitos, el progreso se ha estancado desde mediados de la década de 2010. Los mosquitos están desarrollando resistencia a los insecticidas comunes, y el propio parásito de la malaria está mostrando una resistencia cada vez mayor a los medicamentos establecidos, particularmente en África Oriental. El cambio climático complica aún más las cosas al extender las temporadas de transmisión y ampliar los hábitats de los mosquitos. La pandemia de COVID-19 también interrumpió campañas de prevención críticas, lo que provocó un repunte de los casos.

En 2023, hubo 263 millones de casos de malaria y 597.000 muertes, un ligero aumento respecto al año anterior, lo que indica una peligrosa meseta. Este estancamiento no es un fracaso científico, sino logístico y financiero.

Nuevas armas en la lucha

Afortunadamente, la lucha está lejos de terminar. Los avances recientes ofrecen una esperanza renovada:

  • GanLum: Un nuevo tratamiento que combina ganaplacida y lumefantrina demuestra una tasa de curación del 97,4%, incluso contra cepas parcialmente resistentes a los medicamentos. Novartis planea ponerlo a disposición sin fines de lucro en países endémicos.
  • Vacunas contra la malaria: Dos vacunas, RTS,S/AS01 y R21/Matrix-M, han mostrado resultados prometedores en programas piloto. R21, desarrollado por la Universidad de Oxford y el Serum Institute of India, es particularmente escalable y asequible, y se prevé producir 100 millones de dosis al año.

Más de 20 países africanos ya están integrando estas vacunas en sus calendarios de vacunación rutinarios, lo que podría salvar más de 100.000 vidas jóvenes en los próximos años. Estos avances demuestran que existen herramientas efectivas para acelerar la eliminación de la malaria.

El cuello de botella político y financiero

El principal obstáculo para un mayor progreso no es científico, sino político y financiero. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la financiación mundial contra la malaria sigue estando varios miles de millones de dólares por debajo de lo que se necesita para cumplir los objetivos internacionales. La disminución o el estancamiento de la financiación de las naciones ricas (incluidos los intentos anteriores de recortar programas de ayuda estadounidenses como la Iniciativa Presidencial contra la Malaria) impacta directamente las intervenciones sobre el terreno.

Cuando la financiación es insuficiente, se distribuyen menos mosquiteros, las clínicas de primera línea se quedan sin pruebas y medicamentos y se retrasa la distribución de vacunas. Los investigadores estiman que la falta de financiación podría provocar millones de casos adicionales y decenas o cientos de miles de muertes evitables para 2030. En esencia, el resurgimiento de la malaria en algunas regiones es una consecuencia directa de los déficits presupuestarios.

La malaria ahora tiene más solución que nunca. Las barreras restantes son políticas y financieras. Que la enfermedad siga cobrándose cientos de miles de vidas cada año o que reanude su declive es una cuestión de elección.